martes, 1 de mayo de 2012

Capítulo 34: Diosas de la revolución

Javier recobró el conocimiento sobre una incómoda silla. Ante él, una mesa sobre la cual se situaba un vaso repleto de agua y un jugoso filete. Estaba hambriento, pero las correas que ataban sus manos a la parte trasera de su asiento imposibilitaban cualquier intento de alcanzarla. Miró a su alrededor. La estancia, de paredes descorchadas y sin ningún hueco por el que la luz natural pudiese acceder, le recordaba peligrosamente a la cárcel. ¿Le habían vuelto a encerrar? ¿había fracasado el levantamiento?. Comenzó a rememorar las últimas 24 horas, con el fin de dar respuesta a esas y a otras preguntas que rondaban su cabeza en aquellos momentos.


Pero no encontró nada. Su memoria parecía volverse borrosa desde el momento en el que entró junto a aquel hombre en la celda. Pensó que quizá se debiese a un mecanismo de defensa, una forma natural de evitar los traumas, una censura natural. Pero siguió recapacitando, buscando algún detalle que le indicas su ubicación. Lo único que recordaba era la penetrante mirada del hombre que le puso contra la pared. Le quemaba cual fuego griego cada vez que intentaba abrirse paso por sus recuerdos.


Entonces tuvo un fugaz recuerdo, un gesto, una mirada a través de un pasamontañas. Y en el extremo del brazo de aquel hombre, un spray. Ese era su último recuerdo, ahora lo veía todo más claro. Cuando comenzaron los disparos, él había comenzado a correr en busca de una salida. Cuando aquellos hombres le vieron, levantaron el fuego que hasta aquel momento mantenían con los guardas de la prisión y se concentraron sólo en capturarle. A él.


¿Quienes eran aquellos hombres?¿Que querían de él? En contra de lo que había supuesto, recordar los acontecimientos sólo le había servido para tener más dudas. Pero mientras intentaba recomponer mentalmente un puzzle al que le faltaban la mayoría de las piezas, fue interrumpido por el chirrío de la puerta metálica  abrirse.


Tras esta, apareció un hombre con uniforme militar, el cual estaba decorado con varias insignias, acompañado por dos escoltas. El hombre les indicó que esperasen fuera, y acto seguido, cerró la puerta, quedándose a solas con Javier.


Él comenzó a sudar. "Demasiadas similitudes con lo que ocurrió en la cárcel", pensó.El cuarto estaba en penumbra, con lo que apenas pudo observar al hombre trajeado una vez éste hubo cerrado la puerta. Pero al menos, estaba seguro de que no era el carcelero que había abusado de él, lo cual significó un gran alivio.


El hombre llevaba un maletín en cada mano. Pero Javier se fijó casi únicamente en el que colgaba de su mano izquierda. Avanzaba balanceándose, siempre en favor de dicho paquete, protegiéndolo con una delicadeza casi maternal. Cuando alcanzó el otro extremo de la mesa en la que Javier se situaba, posó el maletín con sumo cuidado sobre el suelo y, acto seguido, tomó asiento.


-¿Que tal está su ruso? - Preguntó el hombre mientras encendía un pitillo.


-Bien. Nací...nací  allí, aunque hace al menos diez años que no hablo...- Respondió Javier, desconfiado


-Lo sé, y me alegra comprobar que usted también lo recuerda todavía. Ese  gas que le rociamos aún es experimental. No teníamos la garantía de que no fuese a sufrir daños cerebrales.


-Supongo que no me ha traído hasta aquí solo para probar un somnífero gaseoso, ¿no es así?


-Obviamente no, tenemos una misión para usted.


-¿Tenemos? Si voy a hacer algo turbio, me gustaría saber en nombre de quien lo hago.


-Desde luego.-El hombre sacó un tablero de ajedrez de uno de los maletines y fue colocando  con precisión cada una de las 32 piezas. Mientras lo hacía, continuó hablando, indiferente a la pregunta que Javier le había hecho-  Él ajedrez, juego complejo donde los haya, ¿no le parece?. Lo inventaron los indios hace 14 siglos y aún hoy sigue usándose como terreno para explicar complejas tácticas militares.  Peón a D4


-¿Pretende que juegue con las manos atadas?- Dijo Javier, intentando liberarse de las ataduras que le estaban cortando la circulación


-Moveré yo por usted. Hagamos un trato. Si gana, le libero.


-¿Y si pierdo?- Preguntó Javier, desconfiado.


-Hará lo que yo le pida.


-Me parece un trato demasiado abusivo, pero me parece que lo hace por mera formalidad. En realidad, no tengo otra opción, ¿no es así?


-Es usted un terrorista de extrema izquierda en esta nueva Rusia. A muchos les han volado la tapa de los sesos por mucho menos. Si quiere conservar la vida me temo que sí, esta es su única opción.


-Comprendo. Caballo a F6


-Peón a C4


-Peón a G6


-Defensa India. Veo que conoce bien este juego ¿no es así?


-Lo que veo es la clase de persona que es usted. Apuesto lo que quiera a que ahora iba a mover ese peón -Javier señaló con la mirada la pieza que el hombre ya sostenía entre sus dedos- a G3. Suiza, 1982. Kasparov contra Korchnoi. Eso le delata, usted opina que cuando las cosas funcionan, no deben cambiarse. Es usted un general que resiste desde la época soviética. Planea recuperar el país, salvarlo de las garras de Putin. Lo que no comprendo es para que me quiere a mi. Acabo de ser traicionado por los mismos comunistas con los que usted lucha en Brasil. Por ello, descarto la posibilidad de que me eligiese a mi por entrega y habilidades. Dejémonos de jueguecitos y dígame que hago aquí.- Dijo, manteniendo pese a la frialdad de sus palabras un  tono asombrosamente  parsimonioso.


El hombre se quedó boquiabierto. Tardó varios segundos en asimilar aquel golpe, aquella forma descarada con la que Javier le había arrancado todas las cartas de la mano. Durante esos segundos aguantó, como le habían enseñado, con su mirada impenetrable clavada en el horizonte, con el objetivo de no delatar el tremebundo fracaso de su plan de acercamiento.


-Ahora ambos jugamos a mano descubierta. Si le parece, podemos continuar jugando mientras hablamos. Ahora que he descubierto el elevado límite de sus conocimientos ajedrecísticos , estaría dispuesto a renunciar a todo por jugar con usted.- Habló al fin, emulando a Javier al mantener el tono despreocupado.


-Hace bastante que no juego. Acepto, siempre y cuando la apuesta siga en pie. Estas jodidas correas están cortándome la circulación.


La partida continuo mientras Javier terminaba de desmantelar la defensa que el hombre había planteado mediante el desconcierto inicial.


-Me temo que aún no me he presentado. Soy Stravva, Piotr Stravva. Soy uno de los pocos, si no el único comunista que sigue trabajando para los servicios de inteligencia de Rusia, gracias a mi condición de militar. Mi objetivo era el de repatriar a un fascista que había sido capturado por lo comunistas en Ucrania. -Piotr sacó unos papeles del interior del mismo maletín de cuero marrón del que anteriormente había sacado el ajedrez.


Javier pudo observar que el otro maletín, el que más cuidadosamente había tratado en todo momento, seguía completamente cerrado. Sin embargo, Piotr lo miraba de reojo nerviosamente cada vez que un leve ruido invadía el cuarto. No se atrevió a preguntar que oscuros secretos ocultaban la simple envoltura de cuero de imitación que constituía aquel maletín.


-Este hombre.- Le dijo mientras le extendía una de las hojas, la cual contenía una ficha detallada de su actividad reciente-Se llama... o se llamaba Sergei Kuznetsov, encargado de la toma de Ucrania.




-¿Y yo que pinto en todo eso?- Le interrogó Javier




-Mucho. Vea una foto suya.-Le extendió otro folio, el cual consistía tan solo en una gran fotografía situada en el centro. En la imagen, se veía estrechándole la mano a Putin a un hombre exactamente igual a Javier.




-Es....-Javier no podía hablar, estaba aturdido. Nadie espera darse cuenta un día de que tiene un doble en el mundo y que ese doble se encarga de organizar misiones paramilitares de una banda fascista armada.



-Exactamente igual a usted.


-¿Y que debo hacer exactamente?-Preguntó Javier, decidido.


-¿Que sabe usted de Valkiria?


-Supongo que no se refiere a las servidoras de Odin, ¿no es así?


-Obviamente no. El hecho es que en este hombre está invitado a la reunión que mantendrán la semana que viene los principales líderes del bando fascista. Imagíneselos. Todos juntos, en una sala de apenas 15 metros cuadrados. Bastarían 5 kilos de explosivos para acabar con todo. Una vez muerto Putin, siguiendo la constitución rusa tendrían que convocarse elecciones. Ganaríamos sin dudarlo, ya que observadores de diversas nacionalidades estarían presentes en el recuento, con el fin de calmar las ansias tras el golpe.


-Ya. ¿ Y como tendré la certeza de que ese hombre no va a volver? Después de todo, fíjese que fácil ha sido "fingir" mi liberación.

-Ya nos hemos encargado de ese hombre.  Digamos que sufría algún tipo de indigestión de cara al ácido clorhídrico- Dijo Piotr, mientras dejaba escapar una sonrisa macabra.

-¿Cual es el plan?

-Derrotar al líder contrario es muy difícil desde fuera.- Dijo Piotr, quien se encontraba ya a un par de movimientos de la derrota en la encarnizada partida de ajedrez- Pero sin embargo, si por alguna razón fuese alguien de su propio bando quien lo hiciese...- Agarró la torre, situada a la izquierda del rey tras el enroque, y la zarandeo hasta que con ella consiguió tirar de un golpe al rey de Javier- Jaque Mate.

-Comprendo. Entro en la reunión como si fuera ese tal Sergei, dejo el explosivo y me voy tras hablar lo menos posible para no levantar sospechas. El explosivo se activa y.... ¿después que? ¿que será de mi?

-Una vez tengamos de nuevo el estado ruso en nuestro poder, habrá medios de sobra para recompensárselo. Quizá más que dinero, prefiera que limpiemos su ya de por si turbio historial. Eso ya se acordará más adelante. 

-¿Y como está tan seguro de nuestra victoria en unas supuestas elecciones?

-Las elecciones serán celebradas por el ejército, en el cual, al contrario que en el ejecutivo, aún somos mayoría. Además, los observadores nacionales estarán a nuestro favor. Hace tiempo que Rusia se ha quedado sin más aliados que la turbia y empobrecida Siria, la cual no será un problema.

-Y si, como dicen, siguen siendo mayoría en el ejército, ¿por que no dan un golpe de estado?

-En un golpe de estado, es el gobierno golpista quien debe dar todo tipo de explicaciones. Debe decir quien ha apoyado el golpe y purgar a quienes no lo hayan hecho. Causa división en el pueblo y desconfianza en las demás naciones, quienes deben elegir entre perder credibilidad en sus comunicados por apoyar primero al gobierno de Putin y luego al golpista, o condenar el golpe y correr el riesgo de entrar así en una estúpida guerra tapadera. Sin embargo, un atentado puede deberse a un grupo terrorista checheno o incluso a la mafia rusa. El estado les echa la culpa a ellos, quienes lo niegan, o se aprovechan de la situación, encarcelamos de por vida a un par de jóvenes cuyo único delito era estar en el lugar inadecuado en el momento justo y listo.

-Comprendo. ¿Y donde está ese explosivo del que tanto habla?

-Aquí - Dijo Piotr, señalando al segundo maletín. 

Lo puso encima de la mesa y, con sumo cuidado, abrió aproximadamente medio centímetro de la cremallera, lo que fue suficiente para que Javier comprobase a ciencia cierta y con espanto su contenido. Allí debía haber por lo menos 7 kilos de algún tipo de explosivo.

-Es amonal. Suficiente como para reventar el ala norte del kremlin.- Continuó Piotr ante un atónito Javier, que observaba boquiabierto lo fácil que es interrumpir una vida. "Demasiado fácil" pensó.

-¿Como lo haremos?-Respondió Javier tras regresar en si mismo.

-Querrás decir como lo harás.- puntualizó Piotr- Te dejo que improvises. La reunión es el lunes que viene a las 6p.m.  Solo te digo que la bomba tiene seis cables que conectan el temporizador al detonador. Si vas a rajarte, más vale que seas preciso por que si uno de esos cables se desconecta antes de tiempo..... explotará. Una última cosa, procura que cuando el temporizador que ahora marca 518400 segundos indique "0" la bomba esté en el lugar correcto. O al menos... lejos de ti. Y de mi- Dijo Piotr, enseñándole disimuladamente el revólver de gran calibre que llevaba colgado en su pistolera.- Ahora acompáñeme, querrá descansar


- Una última pregunta, ¿como se que no es una trampa?.-Preguntó Javier, quien seguía desconfiando de aquel hombre.


-No lo sabe, y dudo que nunca lo sepa. A decir verdad, ni tan siquiera soy comunista, tan solo un hombre con un peligroso amor por el dinero. 


-¿Debo confiar en un mercenario?


-Debe sobrevivir. Y soy yo quien tiene el arma. Así que no me toque los cojones. Acompáñeme, como ya he dicho, supongo que estará muy cansado.

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