El inspector era un hombre normal, de poco más de treinta
años.Alto, de pelo claro pero castaño, vivía enamorado de su trabajo.Vestía
siempre una americana beige, la cual nunca se quitaba de encima.
Su mayor pasión, era el trabajo.Prácticamente vivía en la
oficina.No es que su trabajo fuese nada fuera de lo común, pues Ferrol era una
tranquila ciudad al norte de Galicia, en la que apenas se registraban
sucesos.Desde luego no, no era el lugar perfecto para una novela policíaca.Su
peor caso había sido un robo a mano armada en un supermercado de barrio.Pero pese a todo,
le encantaba su trabajo.Tomar café, revisar informes, interrogar testigos,
desafiar a sus superiores (lo cual le había llegado a causar serios problemas,
de los que salía gracias a sus habilidades a la hora de interrogar testigos y búsqueda
de sospechosos) y mandar en sus subordinados.
Amaba al trabajo sobre todas las cosas, incluso sobre su mujer.Aunque ella no tenía quejas, puesto que desde hacía ya dos años tenía un amante.Él lo sabía, pero nunca le pareció oportuno hablar.Odiaba hablar, sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a aquella losa en forma de matrimonio sin futuro que amenazaba con aplastarle cada mañana, pero su respuesta era siempre la misma "hoy no señora dialéctica, la melancolía ha llegado antes".No dudaba de la ya demostrada devoción ciega que ella sentía hacia su marido, "además, que coño, la vida no está para desperdiciar nada,ella me sigue queriendo, y tener alguien al que contarle tus problemas y que te espere con la cena hecha, nunca está de más".Decía la parte más machista y grosera de él cada vez que intentaba encontrar una solución alternativa a la obvia hipótesis de que él la seguía queriendo y ella no.Puede que fuese así, puede que el, como capitán, estuviese obligado a hundirse con aquel barco.Pero en cualquier caso, lo haría como todo, con honor y con la frente bien alta.
Amaba al trabajo sobre todas las cosas, incluso sobre su mujer.Aunque ella no tenía quejas, puesto que desde hacía ya dos años tenía un amante.Él lo sabía, pero nunca le pareció oportuno hablar.Odiaba hablar, sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a aquella losa en forma de matrimonio sin futuro que amenazaba con aplastarle cada mañana, pero su respuesta era siempre la misma "hoy no señora dialéctica, la melancolía ha llegado antes".No dudaba de la ya demostrada devoción ciega que ella sentía hacia su marido, "además, que coño, la vida no está para desperdiciar nada,ella me sigue queriendo, y tener alguien al que contarle tus problemas y que te espere con la cena hecha, nunca está de más".Decía la parte más machista y grosera de él cada vez que intentaba encontrar una solución alternativa a la obvia hipótesis de que él la seguía queriendo y ella no.Puede que fuese así, puede que el, como capitán, estuviese obligado a hundirse con aquel barco.Pero en cualquier caso, lo haría como todo, con honor y con la frente bien alta.
Además, acababan de comprarse un piso en el centro, con
su respectiva hipoteca, con lo cual no estaban para
gastos.Tendrían que seguir viviendo los dos juntos durante mucho tiempo, bajo
el mismo techo
"El inspector" tenía, naturalmente, un nombre oficial, aunque solo lo usaba para firmar actas, puesto que lo detestaba.Ni tan siquiera su familia le llamaba por aquel nombre, puesto que él lo había ahogado a base de mares de sinónimos.Aquel nombre era Julián Ballesteros Hermida.
Su odio a aquel nombre era que este había pertenecido a su abuelo,
que fue en su día amigo inseparable del caudillo.
Su abuelo, nacido en El Ferrol del Caudillo,vivió apenas dos
calles más arriba que Franco,echo que generaba repugnancia en Julián.
Pero la verdad es que ni él ni apenas nadie de la familia sabía la
verdadera historia de su abuelo.En su familia se había decretado la ley del
silencio, y el abuelo era un tema tabú.Según la abuela, murió fusilado por los
republicanos en Neda, en febrero del 39.Pero nadie más de la familia creía en
aquella hipótesis, principalmente porque no había republicanos en Neda en el
39, pues los pocos supervivientes estaban más preocupados en huir a Francia sin
ser vistos que en fusilar a los traidores.Quizá la edad habría echo que la
abuela terminarse por creerse su propa mentira.Pero la duda que todos temían
preguntar era obvia, ¿por que mentiría la abuela?¿Quizá intentaba enterrar alguna pena del pasado?¿O se trataría de algo más serio, algo que hubiese echo temblar en su día la seguridad de la familia? Todo el mundo se hacía en la intimidad la misma pregunta.
Para Julián, votante del PSOE a ratos y de IU como norma general,
la idea de que su abuelo hubiese combatido en las brigadas fascistas se le
hacía repugnante, igual que a la gran mayoría de la familia.
Aunque su familia no era muy grande, apenas podía considerar como
familia "cercana" a sus padres y a dos de sus hermanos.Su hermana
Sara, residía en Barcelona desde hacía ya diez años, y tan solo hablaba con su
hermano durante las eternas cenas de navidad.
Así como con Sara la distancia apagó las buenas relaciones, con
Sergio las fundó.Antes de que este se fuera a Nápoles, ambos se odiaban, pues
Sergio había decidido tomar el camino fácil, y se había metido en un gurpo de
mafiosos que en los ochenta mató de sobredosis a miles de gallegos.Obviamente,
nadie en la familia, a parte de Julián, sabía nada de eso.Pero cuando a Julián le
llegó el chivatazo de que habían pillado a uno de los responsables de aquel
negocio,decidió enviar a su hermano a Italia.Aunque él le había pedido que
cambiase de vida, nada más llegar a Italia se metió en
problemas.Posteriormente, lo detuvieron durante una redada y pasó seis meses en
prisión.Mientras tanto, Julian trato de ocultárselo a sus padres con falso
e-mails que en realidad él mismo se enviaba.Auqnue tampoco fue difícil de
ocultar, pues Sergio siempre había sido considerado como la oveja negra de la
familia.Desobedecía a su madre, insultaba a su padre, pegaba a sus hermanos
(con quince años estuvo a punto de matar de una cuchillada al propio
julián).Posiblemente se tratase de un caso de esquizofrenia, pero el dinero, de
alguna manera, comvirtió ese peliagudo problema en algo secundario.Pero desde
que lo perdió todo, su única medicina para que no se le notase su ya severa
esquizofrenia era el alcohol y las mujeres de compañía.Julián, que de alguna
manera se sentía responsable de él desde que le había confesado el verdadero
origen de su fortuna (auqnue más bien él se lo había sacado a base de
interrogarle, usando sus ya presentes dotes de hacer "cantar" a los
interrogados) se desvivía para ayudarle, pero cada vez que hablaba con él le
veía peor.Le intentó traer de nuevo a españa, el alojó en su casa y le buscó un
empleo de mecánico.Pero tampoco salió bien, puesto que terminó en urgencias con
un navajazo en el estómago, pues los responsables de aquel cárter al que una
vez Sergio había pertenecido le seguían guardando rencor por no haberles pasado
el "chivatazo" de que les habían localizado.Tras esto, se fue una
temporada a Barcelona, con Sara, pese a la negación de Sergio, que no confiaba
en ella desde que en la universidad le había confesado al director unas
"irregularidades" en los exámenes finales que le habían causado la
expulsión de por vida.
Así vivía Julián, intentando unir a su familia, mientras su propio
matrimonio dormía cada noche angustiado, por miedo a morir de repente, por un
par de palabras que salgan, incautas, precipitadas, sin darse cuenta que no
podrán volver de nuevo.Palabras que se adelanten al "te quiero"
palabras que, al caer, hagan un estruendo que haga retumbar los cimientos
de un matrimonio que se caía a pedazos.
Pero desde hacía seis meses, la cosa estaba peor.No se lo había
contado a nadie, pero Julián tenía un tumor en el pulmón, un tumor demasiado
grande para ser operado,el cual le recordaba cada mañana, en forma de fuertes
arcadas y presencia de sangre en el vómito, que la cuenta atrás de su vida se
acercaba peligrosamente a su meta.Concrétamente, según los médicos, le quedaban
6 años de vida.Y cada segundo de su vida lo recordaba con angustia.Sabía que
cada hora que pasaba en la oficina era una hora menos de vida, pero cuando se
proponía salir y hacer otra cosa se daba cuenta de que esa era su vida.
En realidad, si que había una persona que lo sabía.No por que él
se lo hubiese contado, si no por que lo había leido en el informe del
médico.,ese era Manuel Montaña
Manuel era su único amigo.Su trabajo no le permitía mantener
ninguna relación de amistad, (ahí estaba su convaleciente matrimonio para
corroborarlo) y solo el ayudante de Julián, el señor Montaña, podía soportar
sus borracheras (que aunque apenas bebía, el mismo reconocía que lo hacía podía
tirarse traspuesto un par de días) ha base de Vodka con tequila y sus agonías
existenciales.
Julián solo confiaba en Manuel.Cuando él estaba enfermo (solo un
par de veces al año, al menos hasta hace seis meses) el se encargaba de todo,
casi mejor que el mismo.Julián era un hombre algo enfermizo por naturaleza, le
encantaba hacerse poseedor de múltiples enfermedades, y su médico particular,
el señor Vermillades, creía que dicha cualidad de ser propenso a creerse
poseedor de mutitud de tumores y enfermidades varias, era lo que había
terminado por crearle una enfermedad real.Era solo una estúpida hipótesis, pero
lo que es un echo es que a Julián le encantaba consultar sus falsos síntomas en
internete y eligir la peor en la lista de posibles.
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