domingo, 25 de diciembre de 2011

Capítulo 8:La casa del monte


Julián se apresuro hacia el despacho de Montaña. Esperaba encontrar algo concluyente, algo que le ayudase. Al encender las luces, descubrió una escena aterradora.Todo el despacho se encontraba revuelto. Cientos de papeles tirados por los suelos, la silla que yacía  en el suelo, con las patas rotas en mil pedazos-El ordenador había desaparecido.y la pantalla, una LG de 12 pulgadas, estaba tirada en el suelo, sobre una de las chaquetas de Montaña empapada con café. En medio de aquel absoluto caos, Julián comenzó a rebuscar.Tras más de media hora se dio cuenta de que todo aquello era muy extraño.No había sonado la alarma, los vecinos no parecían haber oido nada, sin embargo, dentro de aquel despacho parecía que se había producido una terrible tormenta. Le restó importancia.


Al poco tiempo, encontró una carpeta negra que ponía "Caso Campesino". Era evidente que le llevaban ventaja, puesto que el archivador se encontraba casi calcinado por completo. Lo recogió cuidadosamente. Examinó las páginas, pasándolas una a una, mientras rezaba en silencio por que aunque fuese una frase de aquellos informes se hubiese salvado y le ayudase a la hora de decidir el siguiente paso.Aquello parecía un concurso de completar frases.La mayoría se encontraban incompletas.No había ninguna página en la que no tuviera que suponer la mitad de las palabras. Cogió su libreta y se dispuso a apuntar las palabras claves. "Valentín González", "Azkuna Euzárregui",. "Giuesseppe Alonzo"....


Julián no podía entender nada. Estaba seguro de que aquellos nombres eran o bien los objetivos de la banda o sus socios." Si es que existía banda alguna" pensó
Decepcionado, se dio cuenta que lo realmente importante yacía ya demasiado calcinado, ilegible, como si la Alejandría del caso se tratase. Desistió, era imposible leer aquello, demasiado grandes eran los huecos que habían provocado las llamas. Tras apuntar los nombres  en su libreta, decidió dirigirse hacia la dirección remite de aquella carta.Era consciente del peligro que corría, pero por una vez quería hacerse el héroe. se sentía culpable de que Montaña se encontrase secuestrado (y de echo, lo era). Quería incumplir su lema. Julián odiaba, por lo general, hacerse el héroe.No solía arriesgar la vida por nada ni por nadie. Pero Montaña era espacial. Se podría decir que era su único amigo.
Tras llegar a la dirección, encontró la casa aparentemente vacía. La decena de coches que había visto en el google maps no estaban alli. Nada raro, teniendo en cuenta que la foto sería de hace meses. Lo que estaba claro es que algún día allí había habido algo realmente importante. Se asomó por la ventana. Nada. Ni una luz, ni un ruido, ni una sombra.




Se decidió a entrar. Con extremo cuidado y con la ayuda de un cincel, abrió la puerta sin mayor problema.
Sujetó fuertemente la pistola con ambas manos.Nunca la había usado en un tiroteo real, pero estaba seguro de que desgraciadamente la racha estaba a punto de echarse a perder.Empujó debilmente la puerta y comprobó que la casa seguía vacía.Espero varios segundo parado, esperando a que sus ojos se acostumbrasen a la siniestra oscuridad. Un encontronazo a ciegas sería el fin.Por su cabeza pasaron imágenes de toda su vida.Sus cumpleaños, sus novias, sus rupturas, su graduación, su boda...... tras un rápido popurri, las imágenes se centraron principalmente en su reciente discusión con su mujer.Una débil lágrima se le resbaló por la mejilla.Sin prestarle importancia a su interior, el cual estaba ya harto de soportar la pesada losa que recaía sobre sus hombros, siguió avanzando.Cuando estaba ya por la mitad del largo pasillo que llevaba a lo que parecía una sala de estar, un estruendo le sobresaltó. Provenía del sótano. Instintivamente, se giró sobré sus espaldas, con un movimiento acrobático que apenas dos minutos antes le habría sido imposible realizar a tal velocidad.Apunto hacia todas partes, buscando el origen del sonido.Provenía del sotano.Agarró la manilla, mientras los sonidos no cesaban, la giró lentamente.La puerta conducía a unas escaleras que descendía hacia un lugar completamente a oscuras.Julián se detuvo a coger la linterna.


-"Sin pilas, joder"-murmuró


Decidió avanzar a tientas hacia el origen del sonido.
Cada vez era más fuerte, era un golpeteo repetitivo, sin vida.Julián siguió avanzando hasta que se encontró con una pared. La golpeó, tenía un terrible presentimiento.Fuera lo que fuese, le devolvió el golpe .
La puerta se cerró de golpe, con un sonido aterrador.Ahora si estaba a ciegas.La tenue luz que entraba por la puerta le había impedido chocar hasta aquel momento.Empezó a ponerse nervioso.Se oyeron pasos.Intentó moverse, pero no podía, el miedo lo había paralizado.Cuando ya era capaz de ver el rostro del hombre que bajaba por las escaleras, echó a correr.Era curioso, apenas podía ver lo que tenía  a medio metro, pero las heridas faciales de aquel hombre las veía tan claras que parecía estar soñando
Su perseguidor comenzó a correr detrás de él, a la vez que vociferaba en un idioma desconocido para Julián.A saltos más que corriendo, se dirigió hacia una especie de puerta entreabierta. 


El pasillo siguiente contaba con una docena de puertas a cada lado.Todas estaban cerradas.Siguió corriendo, su perseguidor le pisaba ya los talones.Al fondo, vio una luz.Atravesó el pasillo como una exhalación y cerró la puerta tras de si.La bloqueó como pudo con una silla, tras comprobar que no era tan fácil como lo pintaban en las películas.Se permitió el lujo de mirar por la cerradura.Estaba alli, era un hombre alto y fornido, de unos cuarenta años, con una barba blanca y unas gafas azul oscuro.Empezó a berrear cosas en un idioma que ahora pudo identificar con toda probabilidad como vasco.Al bajar la mira, contempló algo que le heló la sangre.El vasco sujetaba un kalasnikhov.Le faltaba un dedo en su mano izquierda, y con la derecha sujetaba un puro.Vestía ropa vieja y sucia.Parecía un viejo pirata..Julián se dio la vuelta, inquieto.La puerta que acababa de atravesar le había llevado a una habitación casi vacía.Apenas una mesa de madera descolorida y una especie de mueble bar que, definitivamente, tenía algo más fuerte que el alcohol.Al pasar a su lado pudo comprobar con horror que lo que dicho mueble contenía era, además de jeringuillas, botes con una leyenda, en la que Julián pudo destacar, junto a una decena que no conocía,clorhídrico, sulfúrico y tiopentato de sodio, usado este último como "suero de la verdad", una substancia que provoca desinhibición   y unas irresistibles ganas de hablar en el ser humano.Julián lo conocía muy bien, pues aunque era muy caro, había visto usarlo una vez cuando estaba en prácticas, en una carcel de Madrid.Conocía su baja efectividad, puesto que al sujeto que se le inyecta solo le produce ganas de hablar, y podía estar durante horas contando su vida sin decir absolutamente nada de utilidad.Pero tambien conocía su elevado preio, y su control casi total por parte de los gobiernos mundiales, lo que le hizo sorprenderse al ver una botella con casi un litro en el sótano de una casa ruinosa en un pequeño municipio del norte de españa.


-Es la habitación del pánico, una jodida sala de interrogaciones.Así han sacado estos cabrones toda la información. Y yo creyendo que eran los buenos- Pensó Julián


Quería salir de allí cuanto antes, pues era consciente de que aquella puerta de madera barata bloqueada con una silla vieja y roída no podría aguantar por mucho tiempo a aquel fornido y desquiciado vasco.Miró hacia todas partes rezando para encontrar una salida.Esperanzado a la vez que inquieto, pudo comprobar que tras el había una pequeña abertura, a modo de sucia ventana, que daba a una especie de huerta.El hueco de la ventana apenas tenía medio metro de diámetro, pero suficiente para rejuvenecer las tocadas esperanzas de JuliánEl vasco comenzó a golpear la puerta con una fuera atroz.Julián desplazó la mesa junto la pared y comenzó a retorcerse, intentando violar las leyes de la física para que, de alguna forma, su cuerpo diez veces más ancho se colase por ella.


Finalmente, la puerta cedió.El corazón de Julián latía ahora mil veces más rápido, si cabe.Sabía que a sus espaldas, estaba el vasco armado y con pinta de duro que había visto antes.Le agarró por una pierna y tiró de él.Julían se sacó la pistola del bolsillo y con una habilidad digna de un vaquero, le disparó tres veces a la cabeza.
Lo había echo, había matado a un hombre.
Julián comprobó horrorizado toda la sangre que, tras salir de la cabeza de aquel cadáver, caía sobre su pantalón.No tuvo tiempo para pensar, puesto que ya oía correr a más gente por el pasillo.Haciendo un último esfuerzo, pudo colarse por el diminuto hueco y salir al exterior.


Por un momento, pensó que su pesadilla había acabado.Nada más lejos de la realidad, pues un par de pastores alemanes con pinta de hambrientos empezaron a correr hacia él.Julián empezó a galopar también,  escapándose de aquellos animales con pinta de haber salido de una película de terror.Contra todo pronóstico, se holló otro disparo.En el exterior, con los vecinos durmiendo al rededor.Aquello era surealista.Al poco, Julián pudo comprobar que aquella bala había impactado demasiado lejos como para llevar su nombre.Miró a la derecha, sin dejar de correr-A lo lejos y en medio de la oscuridad de la noche, pudo comprobar un rostro que creía familiar.Era su mujer.Julián comenzó a correr hacía ella.Amartilló la AK que le había robado al cadáver del vasco.Intentó agarrar a su mujer, pero los perros le estaban pisando los talones.Delante de él, a unos 50 metros, una vaya de unos tres metros de altura. 3 metros que serían la diferencia entre la vida y la muerte.Por el camino, una panda de vascos alertados por el ruido se acercaron  a ver lo que pasaba y algunos comenzaron a  disparar, esta vez si hacia Julián.Había llegado ya al muro.Se sentía como un ciudadano alemán de los 80, cuya familia vivía al otro lado del muro y que se pasaba la vida intentando cruzar, arriesgando la misma.Pegó un salto y apoyó las manos en lo alto del muro.Trepó justo a tiempo, uno de los perros le arranco un zapato.mientras el otro se ensañaba contra su pantalón.Ya en lugar seguro, comenzó a reflexionar.


De repente. un terrible dolor le recorrió la pierna, al tiempo que su corazón, fatigado de tal esfuerzo después de años de inactividad, latía cientos de veces más rápido de lo normal.Le habían alcanzado.Un trozo de metralla proveniente de una bala ya de por si perdida había impactado contra su tobillo.Era superficial, no le impedía caminar, pero sangraba a mares.Se hizo un improvisado torniquete con la camisa.En breve tendría que ir al hospital, pero antes debía encontrar a Montaña.
-¡Eh, suéltame sucio cabrón!-Exclamó su mujer.
La tenían.Ella tambien había caído.Con horror, comprobó  que ella no era la única que estaba en problemas.Un grupo de cuatro hombres con pinta de militares rastreaban  la zona en su búsqueda.

-¿Militares?, que coño está pasando aqui......-Pensó Julián

Valoró la posibilidad de huir.De dejar abandonado a Montaña y a su mujer, pero no era capaz.
Se encontraba en aquel momento pensativo, oculto en un matorral, sugetando la AK como si de un peluche de una niña pequeña se tratase.No tenía vergüenza en admitir que en aquel momento estaba al borde del colapso.


-¡Lo tenemos, rodead a ese cabrón!-Gritó alguien a su espalda.


Amartilló la AK y se quedó mirándolos, como si el tiempo se hubiese detenido..Era un grupo de cinco personas, armadas con G36, el arma reglamentara del ejército.Lucían insignias militares.No obstante, Julián tenía un amigo militar, que le había enseñado todas los rangos y sus símbolos, y ninguno de aquellos correspondía al ejército español.En sus hombros lucían una decena de banderas, entre las que Julián pudo destacar la Ikurriña y, sorprendentemente, la de la Alemania Nazi.


Julián estaba a punto de sufrir un infarto.No siquiera estaba seguro de haber cargado aquella AK correctamente.Le gustaban las armas, es cierto, pero nunca había tenido en sus manos ningún fuisil.Lo máximo que había podido disparar, y siempre en un campo de tiro, había sido una mini-Uzi.Acariciaba nervioso el cañón de arma.Era consciente de que los próximos minutos podían cambiar por completo su vida y el no podía hacer nada.
Pensó en lo cómico que debía ser para aquella especie de militares, con sus músculos de culturistas,al  ver a un hombre asustado como un niño pequeño jugando a las pistolitas con una AK.


Tiró el arma y se puso de rodillas, esperando a que alguien acabase con su vida.De repente, sintió un pinchado en la espalda.Se dio la vuelta.Compró con horror que le habían inyectado tranquilizante.Aquella pesadilla aún no iba a acabar.
Julián se derrumbó.Su vida había parado de depender de él

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