sábado, 25 de febrero de 2012

Capítulo 22:Cuervos Silenciosos

Vicente continuaba caminando tras las pisadas de Sergéi, observando cautelosamente el perímetro de la tienda donde habían decidido hacer un alto, dado a sus sorprendentemente bajos índices de radiación.Aquella situación le estaba destrozando los nervios.Estaba ante un peligro inminente y continuo y tenía en sus manos un arma de calibre considerable.Y sin embargo, aquel fusil M16 no le protegía absolutamente de nada.Su enemigo, la radiación, no se asustaba ante un cañón levantado, ni sufría cuando una bala le atravesaba.Su enemigo era ,aparentemente, invencible.Por suerte, ya no eran los únicos.Al fin habían llegado, con varias horas de retraso, los "refuerzos" de los que Sergéi le había hablado, que en aquellos momentos debían estar peinando el resto del perímetro en busca de la deseada cabeza nuclear.

Sergei caminaba delante, con el arma colgando a sus espaldas y con ambas manos ocupadas en sujetar el contador Geiger que muy probablemente les estaba salvando las vidas.A cada paso que daban, alejándose de aquel punto seguro, los índices de radiación subían a pasos agigantados, provocando así un aumento proporcional de las pulsaciones por minuto del corazón de su compañero.


Al poco tiempo, escucharon disparos en la lejanía.Los pocos pájaros que aún seguían viviendo en la zona, huyeron despavoridos  tras el primer disparo.Pocos segundos después, una ráfaga.Y luego otra.Intentaron comunicarse con los otros grupos mediante radio.Todos contestaban.Menos uno.Un solitario grupo de unas quince personas no parecía atender al insistente reclamo de atención de la solitaria radio que, posada sobre una piedra, seguía emitiendo sonidos al vacío, sin que a nadie pareciese importarle demasiado.


Serguei empezó a ponerse nervioso, apuró el paso y buscó una salida.Pero aquel lugar parecía un laberinto.Decenas de interminables pasillos y una única salida.El edificio en donde se encontraban era una especie de tienda cuyo trastero había sido convertido atropelladamente en vivienda.Pero tras esa vivienda se abrían de pronto incontables corredores sin salida, o que daban a puertas cerradas.Al fin, tras minutos de alteración con los disparos de aquellas M16 acompañados siempre con los gemidos de cansancio de un Vicente cuyo estado físico dejaba bastante que desear, pudieron localizar una salida.


Tras atravesarla, corrieron campo a través directos al origen del ruido.Cada poco tiempo, debían detenerse y dar marcha atrás, debido a que la radiación se disparaba inexplicablemente.Aquellos picos de radiación no eran ni mucho menos mortales a corto plazo, pero tenían claro que hasta que sus vidas no estuviesen en serio peligro, la opción de padecer un cáncer no era fiable.No obstante, era cierto que ambos tenían muy claro que en el caso de verse envueltos en un tiroteo, la alternativa de la radiactividad era mucho menos traicionera que una AK apuntándoles a la cabeza.Cuando el peligro fuese lo bastante acuciante, no había dudas de que huirían.El problema es determinar cuando una situación complicada es real o un simple producto del miedo.


En aquel momento, corrían por  campo abierto hacia el peligro,y Sergéi llevaba ambas manos en el contador Geiger, con lo que el pequeño grupo estaba protegido tan solo por un inexperto Vicente al cual no le paraba de temblar el pulso.En caso de emboscada, Sergei perdería unos preciosos segundos en tirar el contador Geiger y agarrar su M16.Segundos que, por otra parte, eran más que suficientes para que un soldado entrenado les metiese una bala a cada uno entre ceja y ceja.


Minutos después, cuando ambos habían agotado ya sus fuerzas, alcanzaron al fin el origen del sonido.El grupo que debía acercarse hacia el reactor 4 de la central de Chernóbil, la zona más afectada por la catástrofe, había encontrado resistencia, posiblemente comunista, al tener que cruzar un pequeño riachuelo.La escena no era para nada más tranquilizadora que el rumor de las armas en la lejanía.En el suelo yacía un hombre de unos treinta años herido en el brazo,junto a un cadáver de cuya cara apenas se podían distinguir pequeños trozos de piel, pues la sangre que surgía a borbotones desde el agujero de la parte posterior de su cráneo impedía la visión de toda la parte derecha de su cabeza.Además, nadie había podido hasta el momento localizar al enemigo.Los fogonazos que emitían las armas del enemigo parecían ser tan solo combustiones espontáneas del aire, pues tan solo unas décimas de segundo después de que el francotirador apretase el gatillo, en su posición ya no quedaba nadie.No podían aventurar donde estaban,Y por supuesto,era imposible saber cuantos eran.Ante tal impotencia. Vicente tan solo pudo correr a refugiarse tras una piedra y echar mano de sus escasas lecciones de medicina para realizarle al hombre herido unos primeros auxilios.


-Te pondrás bien.La bala no ha llegado al hueso- Mintió Vicente al comprobar la gravedad de la herida, intentando tranquilizar al malogrado hombre.
Aquella herida ya era bastante grave por si sola, pero combinada con los altísimos niveles de radiación que indicaba el contador Geiger que Sergéi había dejado abandonado en el suelo, aquella herida era, sin ninguna duda, mortal de necesidad.Aquel hombre estaba condenado no ya a una muerte por culpa de la abundante sangre que había perdido, si no por la partículas radiactivas que en aquel momento debían estar ya multiplicándose en el interior de su organismo.


Poco a poco, el encarnizado tiroteo fue disminuyendo su intensidad, hasta tal punto que las ráfagas iniciales se convirtieron ,con el paso de los segundos, en pequeños disparos aislado, y de ahí al silencio absoluto.Tan tranquilizador como desgarrador, pasar en tan solo en unos segundos de un tiroteo a la calma infinita sin ni tan siquiera herir a ningún enemigo.


Tras percatarse de que los enemigos habían abandonado la zona, se incorporaron y se reunieron en torno a los heridos.
-¿Alguien ha echo blanco?-Contestó uno de los desconcertados soldados
-Creo que no.Al menos, no he visto a nadie.Esos tíos saben lo que hacen.-Respondió otro.


Al fondo, otros dos hombres discutían con Sergei, en un idioma que Vicente pudo identificar como Ruso, Ucraniano quizá.


-¡Nos atacan.Hemos localizado al enemigo.Solicitamos apoyo de las demás unidades, no sabemos exactamente de cuantos enemigos hablamos, pero nos están diezmando!-Gritó de pronto la radio


-Recibido, no se mueva, vamos para allí, ¿Cual es su posición?


-Estamos a quince grados norte veintiséis  oeste de la base, cerca de la salida norte de la ciudad.


-Recibido.Aguanten. Ígor, quédese con los heridos, el resto, vamos.Tenemos que llegar antes de que esos cabrones acaben con todos.


Empezaron a andar cara a la dirección que les habían indicado por radio.Durante los primeros cinco minutos un silencio atroz se apoderó del grupo, que avanzaba en medio del frío temor a la muerte, un sentimiento parecido al que debe padecer un cerdo llevado al matadero.Se habían visto con la muerte y no habían alcanzado un acuerdo.Se enfrentaron a su enemigo y nadie ganó.Todos dudaban que ese fuese posible.Nadie habló durante aquellos minutos, pero todos se entendían.De nuevo, la radio les hizo cambiar radicalmente su actitud, así como aligerar el paso:


-¿Donde están¡Les hemos pedido ayuda hace dos horas, joder! ¡Apúrense coño, hay vidas humanas en juego!


Si bien en la primera comunicación apenas se escuchaban disparos alejados ,en este segundo mensaje se podía apreciar perfectamente el miedo en la garganta de aquel soldado.Los disparos se habían acercado de forma alarmante.Empezaron a correr, saltándose todo protocolo de seguridad tanto radiactiva como de cara a aquellos misteriosos enemigos.Al fin, llegaron.Quizá demasiado tarde....o demasiado ciegos.


Cuando al fin alcanzaron el punto que les habían indicado por radio, allí no quedaba nadie.La zona estaba completamente despejada de vida humana, tanto aliada como enemiga.Tan solo un cadáver de uno de los soldados, que yacía tirado en el suelo con un impacto de bala en el lugar donde una vez debió estar situada la oreja izquierda, de la que ya no quedaba nada.Nada más verlo, Sergéi se tumbó sobre su pecho y comenzó a llorar como abiertamente,sin pararse a pensar ni por un segundo si el culpable de aquello podía estar a por allí, agazapado entre los arbustos y con su cráneo en el punto de mira.


-¿Un amigo?-Dijo Vicente.


-Mi hermano pequeño.Juré defenderle siempre y le acabé liando para esta misión.Ahora está muerto, y es todo por mi culpa.-Sergéi continuó sollozando sobre el pecho de su difunto hermano.


-Ha servido una buena causa.Es un héroe.-Intentó consolarle 


-¿De verdad lo crees? Yo creo que ha muerto luchando por los intereses de otros.El apenas tenía veinte años.¿Que iba a saber de política?.Lo queC más me jode es que nadie lo recordará, nadie nos dará el pésame.Somos todos víctimas de una jodida guerra que ni siquiera ha existido.Somos jodidas víctimas de la propaganda.Ми є жертвами пропаганди, Мученики з нізвідки.


-No digas eso.Luchamos por una causa justa y ganaremos, te lo prometo.Lo haremos por tu hermano y por el resto de los caídos a manos de esos rojos.


-¿Ah si, como lo sabes? ¿Te lo han dicho con su basura propagandística?.Te creía un poco más inteligente.Acabaremos muertos o encerrados.¿De verdad merece la pena luchar?¿Cuanto vale un mundo fascista, una venganza a lo que otros recibieron?
Personalmente, mucho menos que mi hermano.Me niego a seguir con esta estupidez.Me iré a mi casa y buscaré un trabajo normal.-Dijo Sergei con los ojos llenos de lágrimas- Esta vez ha sido él, pero la próxima podemos ser cualquiera de nosotros.¿Es que no os dáis cuenta?¿Creéis que mueren otros, que a vosotros no os pasará? No seáis hipócritas por una vez, al menos  no con vosotros mismos.-El diálogo que Sergéi mantenía con Vicente era ya un mitin moral para todo el grupo.


-Perdóneme, pero tenemos una misión que cumplir.Cuando salgamos de aquí me importa una mierda lo que haga, pero mientras esté bajo mi mando, cumplirá mis órdenes, y ahora la misión es salir de aquí cagando leches.-Dijo el responsable al mando,  haciendo gala de un magnífico control del poder, ejerciendo la presión justa para que sus palabras sonasen como un consejo por el bien común y no necesariamente como una orden.


-¿Nos retiramos, señor?-Intervino otro soldado.


-Así es, nos vamos.No hay rastro ni de la cabeza nuclear ni del enemigo.Las tropas están desmoralizadas y tenemos bajas.Es inviable seguir aquí.


-A los de arriba no le va a gustar nada esa decisión, señor.


-Pues que se jodan.Ante todo, soy persona y no permitiré que haya más muertes.Ya tenemos dos, suficiente cargo de conciencia por hoy ¿No cree?


-Desde luego señor, yo solo digo que....


-Menos opinar y más caminar.Nos queda un largo camino y está anocheciendo.No me gustaría tener que dormir otra noche en Prypiat.Vicente, usted lleve el contador Geiger.El resto, cojan un fusil cada uno.Vamos allá, tenemos un camino que recorrer.


El grupo comenzó a caminar de nuevo, sin ni tan siquiera pensar en lo que les rodeaba.Estaban tan desmoralizados que solo pensaban ya en el regreso a casa, aunque su misión hubiese fallado.Tampoco pensó nadie en el estado del tercer grupo con el que no habían logrado contactar.Estaban desaparecidos, y eso dirían si a la vuelta alguien les preguntaba.


Cuando pensaban que su misión había acabado, encontraron dos cadáveres más, apoyados en un árbol.


-¿Que hacían estos dos aquí?-Se preguntó uno de los soldados más jóvenes.


-No estaban aquí, mire al suelo.Han sido arrastrados.-Respondió el general- Vicente, reconozca los cadáveres.Debemos de andar con cuidado.


Vicentese se acercó temeroso hacia los cadáveres.Todo aquello era muy extraño.Ahora que rememoraba, todos los disparos habían sido de sus M16, y nunca habían visto al enemigo.En la otra cara de la moneda, los cadáveres.Era evidente que se estaban enfrentando a un enemigo, pero no tenían pinta de ser los comunistas.Una estúpida idea recorrió la mente del ingenuo soldado: ¿Si fuese un fantasma de una alma en pena, que surca el área de exclusión en busca de su familia?.Era una paranoia, pero nada parecía tener sentido ya.


En ese momento, cuando el soldado plantó la rodilla en el suelo para examinar los cadáveres, una cuerda se tensó en torno a su pierna y le elevó, dejándole suspendido en el aire.Intentó abrir los ojos, pero todo estaba blanco, no entendía nada.Pese a que los oídos le pitaban, pudo escuchar disparos.


Cuando al fin pudo ver lo que sucedía,un sudor frío le recorrió la espalda.Tres hombres armados con fusiles de francotirador Dragunov, protegidos por unos trajes mil veces mejores que la envoltura rudimentaria de papel de aluminio con la que contaba su traje y unas máscaras mucho más avanzadas, ya que él llevaba una típica mascarilla de hospital que apenas le cubrí la boca, le miraban expectante.No pudo entender muy bien lo que decían, pues los oídos aún le pitaban, pero podría jurar que hablaban en español.Tras intercambiar unas rápidas palabras, uno de los hombres sacó un cuchillo muy afilado.Se lo pasó rozando por el cuello, haciéndole un pequeño corte.A continuación, echo el brazo hacia atrás y lo devolvió en fuerza.Creía que iba a morir, pero en el último momento el filo del cuchillo se desvió hacia la cuerda que aún le mantenía dado la vuelta.Calló al suelo, recibiendo al caer un gran golpe en la cabeza.Sin darle tiempo a reaccionar, dos de los hombres le agarraron de los brazos y le pusieron de pie.Miró por última vez a su pelotón (o a lo poco que quedaba de ellos.).Ahora eran solo trozos de carne con ligero olor a pólvora.Hace tan solo unos segundos, había discutido con Sergei.Jamás podría hacerle la réplica a su última frase.Jamás podría volver a hablar con él.


Jamás.Estaba muerto.Y dentro de poco, el también lo estaría.




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